Por Cristian Rosenfeld, gerente de Nutrición Animal e Insumos Agrícolas de Empresas Iansa.
Hace poco se conmemoró el Día Mundial de la Nutrición, una fecha que suele centrarse en la alimentación humana: cómo lograr una dieta adecuada y mantener hábitos saludables, temas que sin duda son fundamentales. Sin embargo, esta efeméride también puede ser una oportunidad para ampliar la mirada y reflexionar sobre otros eslabones esenciales en la cadena alimentaria, como la producción primaria de leche y carne, y el papel que cumple la nutrición animal en ese proceso.
La alimentación del ganado no solo incide en los rendimientos productivos y económicos del sector agropecuario. También es clave para garantizar que los productos lleguen a los consumidores de forma inocua, con trazabilidad, asegurando el bienestar animal y contribuyendo al equilibrio ambiental. En otras palabras, una correcta nutrición animal es fundamental para proyectar la actividad productiva como parte de un sistema alimentario integral, seguro y viable en el largo plazo.
En este contexto, uno de los desafíos más urgentes es la reducción de las emisiones de metano, un potente gas de efecto invernadero producido por el ganado durante su digestión. A nivel global, una vaca adulta emite entre 200 y 500 gramos de metano por día. En zonas pastoriles de Chile, este rango oscila entre los 290 y 400 gramos, dependiendo del tipo de animal (leche o carne), su estado fisiológico, peso, alimentación y eficiencia en el uso de las praderas. Esta emisión no solo incrementa la huella de carbono, sino que también representa
una pérdida energética considerable: alrededor del 6% de la energía bruta contenida en los alimentos.
Conscientes de este desafío, en Empresas Iansa impulsamos junto a la Universidad de Los Lagos un proyecto innovador que busca reducir las emisiones de metano y, al mismo tiempo, mejorar la productividad del sector lechero mediante soluciones naturales y prácticas regenerativas. Esta iniciativa, que fue adjudicada con un fondo CORFO, explora el uso de aditivos naturales en alimentos concentrados y un plan de fertilización estratégica de praderas. En su primera etapa, los resultados han sido muy alentadores: se logró aumentar la producción de leche, lo que mejora la eficiencia económica y reduce la emisión de metano por litro producido.
Estos avances representan solo el inicio de un camino que recién comenzamos a recorrer, pero ya dan cuenta del impacto real que puede tener una nutrición animal bien orientada: no solo en términos productivos, sino como una herramienta concreta para construir un sistema alimentario más sano, eficiente y respetuoso con el planeta. Y ese es mi llamado hoy: a movilizarnos, cada uno desde su rol -en la ciencia, la industria, el campo o como consumidores- para avanzar juntos hacia un modelo que alimente con responsabilidad, sin comprometer el futuro.