Los tres pilares de la nueva minería: innovación, sostenibilidad y comunidades

octubre 23, 2025

Por José Antonio Edwards Marín Sub Gerente de Comunicaciones y Asuntos Externos en Andes Iron.

Chile es un país minero. Nuestra economía, nuestra historia productiva y buena parte de nuestras regiones se explican por la minería. Pero el escenario actual exige una nueva mirada: ya no basta con extraer bien, hay que hacerlo de forma tecnológicamente avanzada, ambientalmente responsable y socialmente integrada. La minería vive un punto de inflexión. Mientras el mundo acelera su transición energética, los minerales críticos —cobre, litio y hierro— se han convertido en la base de un nuevo orden económico global. En este escenario, Chile tiene una ventaja natural, pero también enfrenta desafíos regulatorios, tecnológicos y sociales que definirán su competitividad en las próximas décadas.

Hoy, el futuro de la minería descansa sobre tres grandes pilares: la innovación tecnológica, la sostenibilidad y el trabajo colaborativo con las comunidades. Entender cómo se cruzan estos ejes no es solo tarea de los ingenieros o los economistas: es el nuevo lenguaje que conecta a toda la industria con la sociedad.

En este contexto, la minería moderna se sostiene en tres grandes pilares que definen su presente y futuro: la innovación tecnológica, la sostenibilidad (entendida como desarrollo sostenible) y el trabajo con las comunidades.

1.Innovación tecnológica: el motor silencioso del cambio

La transformación tecnológica ha dejado de ser una tendencia para convertirse en una condición de competitividad. La minería 4.0 integra automatización, robótica, big data, digitalización e inteligencia artificial para aumentar seguridad, productividad, eficiencia y energía renovable. “La innovación ya no es una ventaja competitiva, es la base para la supervivencia del sector”, advierte el World Economic Forum en su informe “Mining and Metals 2030”.

En Chile, Codelco fue pionera en la operación de camiones autónomos en la mina Gabriela Mistral, mejorando la continuidad operativa y reduciendo incidentes humanos. BHP, por su parte, implementó sistemas de control remoto en Spence y Escondida, permitiendo operar maquinaria a distancia desde centros urbanos, con menores tiempos muertos y mayor seguridad.

·       Codelco ya opera con camiones autónomos en Chuquicamata y sistemas predictivos que reducen fallas operacionales en un 30%.

·       BHP y Anglo American integran gemelos digitales y plataformas IoT para optimizar procesos y reducir consumo hídrico en un 20%.

·       En Australia, Rio Tinto gestiona minas completamente automatizadas desde un centro remoto en Perth, donde más de 1.000 kilómetros de trenes y camiones funcionan sin conductores.

Estas tecnologías no solo mejoran la productividad: reducen accidentes, emisiones y uso de agua, y permiten una minería más segura y sustentable.

A nivel global, la automatización puede incrementar la productividad entre 15 % y 25 %, mientras que el uso de energías renovables en faenas reduce hasta 30 % los costos energéticos (World Economic Forum, 2024).

Para quienes no están familiarizados con estos avances, vale la pena explicarlos:

  • Flotas autónomas: camiones y perforadoras controlados por sensores y algoritmos, que operan sin conductor físico, con precisión milimétrica y cero exposición humana a zonas de riesgo.
  • Gemelos digitales (digital twins): réplicas virtuales de minas y plantas que permiten simular escenarios, anticipar fallas y optimizar decisiones en tiempo real.
  • Gestión inteligente de agua y energía: sistemas automatizados que controlan plantas desaladoras, uso de agua recirculada y energías limpias para abastecer operaciones, reduciendo impacto ambiental.
  • Relaves seguros: tecnologías de “dry stacking” (relaves secos) y monitoreo satelital que disminuyen riesgo geotécnico y huella ambiental.

Esta revolución tecnológica está haciendo posible una minería más limpia, más segura y más productiva. No es ciencia ficción: es lo que hoy diferencia a los países mineros que están liderando la transición hacia un modelo sustentable.

2. Sostenibilidad: Más que un concepto un compromiso medible

El concepto de sostenibilidad se ha vuelto eje estructural en la industria. Implica integrar tres dimensiones en cada decisión: ambiental, social y económica. Sostenibilidad significa operar hoy sin comprometer el mañana: asegurar trazabilidad ambiental, relaciones justas con el territorio, y valor compartido en cada etapa del ciclo minero. Las compañías que no lo entiendan quedarán fuera de los mercados internacionales más exigentes. Es decir, extraer valor sin comprometer el bienestar de las futuras generaciones.

Hoy, las empresas mineras enfrentan una triple presión:

  • De los mercados financieros, que exigen reportes ESG para acceder a capital.
  • De los gobiernos, que elevan estándares ambientales y sociales.
  • Y de la ciudadanía, que demanda coherencia entre crecimiento y respeto por el entorno.

Chile ha avanzado. Más de una decena de operaciones mineras del norte se abastecen hoy con agua de mar desalinizada, evitando el uso de fuentes continentales. En materia energética, el 58 % de la matriz eléctrica de la minería ya proviene de fuentes renovables, y se proyecta que hacia 2030 el 100 % de las grandes compañías operen con energía limpia (Consejo Minero, 2024).

La sostenibilidad también implica planificación post-cierre, programas de economía circular y fomento a proveedores locales. En otras palabras, que la minería no solo deje huella, sino legado.

3. Comunidades: del relacionamiento a la co-creación

El tercer pilar es quizás el más complejo. Hoy ningún proyecto —por grande o pequeño que sea— puede avanzar sin un trabajo real con las comunidades. La licencia social ya no se obtiene con un permiso ambiental. Se construye con confianza, presencia, transparencia, diálogo temprano y continuo y beneficios compartidos.

La relación entre minería y comunidades ha evolucionado de manera profunda. Ya no se trata solo de “obtener” una licencia social para operar, sino de construirla y mantenerla día a día a través de confianza, transparencia y valor compartido.

Las comunidades hoy son socias estratégicas del desarrollo, no receptoras pasivas de beneficios. En los territorios donde operan los proyectos mineros, la co-creación se ha transformado en una metodología clave: escuchar, planificar y ejecutar conjuntamente iniciativas que mejoren la calidad de vida, fortalezcan la economía local y aseguren una convivencia sostenible en el tiempo.

El modelo de valor compartido implica identificar espacios donde los intereses de la empresa y la comunidad se cruzan:

·       Desarrollo de proveedores locales que diversifican la matriz productiva del territorio.

·       Programas de capacitación y empleo preferente que fortalecen la empleabilidad.

·       Inversión en infraestructura y servicios públicos, como agua, educación o conectividad digital, que tienen impacto directo y medible.

A nivel internacional, la experiencia de BHP en Australia con el modelo “Local Buying Program”, o la de Anglo American en Sudáfrica con su iniciativa “Zimele”, son referentes de cómo la minería puede convertirse en catalizador de desarrollo regional.

En Chile, Collahuasi, Los Pelambres y Candelaria, entre otros, han implementado instancias de gobernanza compartida —mesas de diálogo, fondos concursables y observatorios ciudadanos— que fortalecen la legitimidad social de sus operaciones.

Por eso, una minería moderna debe estar presente desde el inicio en los territorios, entender las preocupaciones locales, generar confianza y crear valor compartido. No se trata de “hacer participación”, sino de construir relaciones duraderas y transparentes.

4. El desafío de la permisología

Chile también enfrenta una trampa: la excesiva permisología y judicialización. Esa fricción tiene costo: además de postergar creación de empleo directo e indirecto (la minería generó, por ejemplo, más de 280.000 empleos en 2024 y creció respecto a 2023), implica pérdida de oportunidades fiscales y de encadenamientos productivos en zonas regionales. La minería sigue siendo columna vertebral de exportaciones y aportes fiscales, por lo que su ralentización tiene efectos macro y microeconómicos. Según el Consejo Minero, más de US$ 70 mil millones en proyectos están paralizados por procesos administrativos o judiciales. Esto frena el empleo, la inversión y la transición energética.

En el caso de Chile hemos visto que muchos proyectos con RCA (Resolución de Calificación Ambiental) favorable siguen entrampados por procesos judiciales, bloqueos sociales o que cumplen con la normativa vigente pero tienen intereses políticos que presionan para frenarlos. Por ejemplo, al 29 de mayo de 2023 había casi 20 proyectos de minería y energía impugnados judicialmente por un valor estimado de US$ 10.520 millones.

Aun con tecnología y sostenibilidad, muchos proyectos enfrentan su mayor obstáculo en la tramitación de permisos. Hoy, el promedio de tiempo que toma aprobar una iniciativa minera puede superar los 7 a 10 años, debido a la superposición de normas, observaciones, recursos y procesos judiciales.

El gobierno ha propuesto reformas para reducir estos plazos hasta en 70 % mediante digitalización y coordinación intersectorial, lo que sería un paso clave hacia una minería más eficiente y predecible.

Mirando hacia adelante

Chile tiene el talento, la experiencia y los recursos para seguir siendo líder mundial en minería. Pero para lograrlo debemos alinear innovación, sostenibilidad y vínculo comunitario con una institucionalidad moderna que no castigue el desarrollo. Innovación, sostenibilidad y comunidades no son slogans: son los tres motores que determinarán el liderazgo de Chile en la nueva economía verde. El futuro de la minería no será de quien más extraiga, sino de quien mejor combine tecnología, respeto por el entorno y compromiso social. Y ese futuro —el de una minería sostenible, inteligente y humana— se está construyendo hoy. Y me gustaría terminar con esta cita: “El futuro minero se escribirá donde la ciencia, la sostenibilidad y la confianza se encuentren”, afirma el Banco Mundial en su informe Minerals for Climate Action (2024)

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