Circularidad o rezago: el desafío que marcará a las empresas del mañana

septiembre 26, 2025

Por Rafael Vilches, subgerente de Desarrollo de Negocios de Empresas Iansa.

El mundo atraviesa una paradoja: mientras los recursos naturales se vuelven cada vez más escasos, toneladas de subproductos industriales terminan sin aprovecharse. Esta contradicción está en el centro de uno de los debates más relevantes de la actualidad: cómo avanzar hacia una economía circular capaz de transformar residuos en recursos y responder con mayor responsabilidad a los desafíos ambientales.

Ya no se trata solo de un tema ambiental. La circularidad está estrechamente ligada a la competitividad. En muchas industrias, la diferencia entre un negocio rentable y uno inviable depende de la capacidad de transformar sus coproductos en valor. Lo que ayer era un desperdicio inevitable, hoy puede convertirse en un insumo para otra cadena de valor, en un ingrediente funcional o en un recurso útil para sectores tan diversos como la alimentación, la energía o la química verde.

El mundo ofrece ejemplos inspiradores. La industria vitivinícola ha transformado los orujos de la uva en productos para la cosmética y la alimentación. El sector salmonero reutiliza espinas y restos de pescado para producir aceites y proteínas. Y en la agricultura la melaza del azúcar se utiliza para alimentación animal y levaduras, y la fibra de la remolacha se transforma en pellets que nutren ganado y caballos, además de exportarse para dietas premium de mascotas. Estas experiencias muestran que lo que antes se desechaba, hoy puede convertirse en innovación y nuevas oportunidades económicas.

Sin embargo, el camino no es sencillo. Innovar en circularidad exige superar múltiples desafíos: desde probar la factibilidad técnica a gran escala, hasta demostrar que existe un mercado dispuesto a valorar la propuesta. A esto se suma la necesidad de colaboración: ninguna empresa puede avanzar sola hacia un modelo 100% circular. Las sinergias entre sectores, la inversión compartida y la innovación abierta son claves para que la circularidad se consolide como una estrategia efectiva.

Lo interesante es que esta discusión ya no pertenece solo al ámbito corporativo. La ciudadanía también pide respuestas. Consumidores cada vez más informados buscan productos con menor impacto, regulaciones internacionales impulsan estándares más exigentes y los inversionistas valoran con creciente fuerza a las compañías que muestran un compromiso real con la sostenibilidad. La circularidad dejó de ser un discurso: es una condición para mantenerse vigente.

Pensar en economía circular es, en definitiva, pensar en el futuro. Significa dejar atrás la lógica lineal del “usar y desechar” y abrazar un modelo donde cada recurso tenga más de una vida. No es un acto de buena voluntad: es la estrategia más inteligente para construir industrias resilientes, capaces de enfrentar crisis de recursos y, al mismo tiempo, generar nuevas fuentes de crecimiento.

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